En 1990, Peter Salovey y John Mayer, acuñan en un artículo el término de Inteligencia Emocional para explicar algo que todos constatamos de forma intuitiva en nuestra vida cotidiana: el hecho de ser brillante intelectual o académicamente no siempre implica que se alcance éxito profesional o personal. La formación académica de un ingeniero, por ejemplo, desarrolla su capacidad intelectual y de abstracción, pero no atiende a las habilidades emocionales y sociales. Sin embargo, normalmente, esta persona tendrá que trabajar en equipo y por ello necesitará dotarse de estas capacidades o le será muy difícil llevar a cabo su trabajo. La inteligencia emocional es un factor clave en el éxito personal e interpersonal, es decir, en la calidad de nuestras relaciones con otras personas.
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